martes, 21 de enero de 2014

La guinda del pastel

Es curioso cómo a pesar de no buscar una relación ahora mismo, siempre busco unas facetas determinadas que la puedan provocar. Me explico.

He ido conociendo alguna que otra gente desde que estoy libre de ataduras sentimentales y siempre me han atraído los chicos con los que ha habido una complicidad determinada, con los que en otro momento de mi vida podría llegar a enamorarme a pesar de no ser capaz de estarlo ahora. Claro que a veces la libido y el morbo te juegan malas pasadas, o no tan malas, pero eso no deja de ser una diversión mutua y consentida por las dos partes (o las partes que haya, que aquí cada cual es libre), que no interviene en la ecuación anterior. El sexo es la guinda del pastel, estamos de acuerdo, pero la guinda cae sola y el pastel sigue estando igual de bueno. Nunca mejor dicho.

Supongo que al final te acabas rodeando de personas con unos gustos, unos objetivos o unos intereses semejantes a los tuyos. Que los polos opuestos difícilmente se atraen.

domingo, 5 de enero de 2014

Autorretrato

Preparo mi rincón de siempre. Cubro la pared con el fondo. Ajusto el trípode y enderezo la cámara. Coloco algunos focos de luz ambiental. Conecto la cámara al ordenador para encuadrar mejor. Aprieto el botón y la cámara empieza a hacer fotos.

No sé bien por donde comenzar y empiezo a hacer el idiota, me río de mi mismo, pongo algunas muecas, me entra la risa tonta. 
Miro la cámara de frente y veo como me seduce. Me quito la camisa de cuadros que llevo encima y miro la cámara de forma pícara, sé que quiere más. Sonrío, me insinúo levantándome la camiseta y enseñando los calzoncillos. Me saco la camiseta y la tiro por la habitación. La cámara sigue haciendo fotos cada 10 segundos ahora sacando el pelo de mi pecho. La situación me divierte, me entusiasma. Me desabrocho el cinturón y me bajo lentamente la cremallera. No sé si hacerlo, tengo mis dudas. Estoy sólo, solo estamos la cámara y yo. Me bajo los pantalones y los calzoncillos. Estoy desnudo ante la cámara, mostrando piel y pelo, con todos mis defectos y virtudes. Se me eriza la piel. 
Por cada disparo de la cámara noto que la diversión disminuye. Son disparos de verdad, de los que te hacen sangrar. Cada disparo es un recuerdo. Una sonrisa. Un enfado. Una carcajada. Un grito. Un abrazo. Un golpe. Un regalo. Un portazo. Un viaje. Una ilusión. Una decepción. Me encorvo y cierro los ojos, los tengo humedecidos. Me llevo las manos a la cara, tengo las orejas ardiendo y las manos heladas. Intento taparme ante la cámara con las manos y poniéndome de espaldas, no quiero que me vea. 

El estómago lo noto hirviendo y he de soltarlo. Insulto a la cámara, la señalo, le grito y le echo en cara todos los momentos que hizo suyos y ahora su valor es menor que cero. La ira me corroe hasta que me quedo sin voz. Me apoyo en la pared y me arrastro hasta caer al suelo mientras la cámara suelta la última foto. 

¡PATATA!